jueves, 18 de septiembre de 2008

UN TORRIJEÑO EN LA MANCHA

Siguiendo la costumbre que empezamos en nuestro periódico electrónico quiero contarles los recuerdos de mi infancia y que les voy a empezar como empieza el Quijote.

En un lugar de la mancha, y que yo si quiero acordarme este lugar es y se llama Campo de Criptana. La cosa empezó, un 20 o 21 de Septiembre no recuerdo exactamente, cuando en Torrijos fue bombardeado por ultima vez y cuando lo corrales y las cuadras de mi casa se quedaron ardiendo así como las escuelas públicas y algunos edificios más abandonamos Torrijos en un coche en el que por cierto íbamos como sardinas en lata de tantos como íbamos.
Después de muchas vicisitudes y paradas en la carretera llegamos a Madrid en casa de mi tío que vivía e n la calle Altamirano.

En esta casa estuvimos muy poco tiempo, porque por allí empezaron los tiros y nos tuvimos que marchar a vivir a la calle Travesía de Fucár, que de vivir en gran piso, pasamos a vivir en una cueva, donde yo pase el sarampión, rodeado De gente desconocida y otra compañía como eran las ratas, me pasaban por encima, como fieles como fieles compañeras.

Aquí estuvimos hasta últimos de Diciembre hasta, que embarcamos en un tren en la estación de Niño Jesús y en el trayecto tuvimos que pasar por el frente de Arganda, estando aun lado y a otro ambos contendientes teniendo que poner en la paredes del tren los colchones de lana, porque decían que las balas no traspasaban la lana.

Después de una noche de viaje llegamos a Alcázar de San Juan, donde al bajar del tres nos dejaron el túnel que hay entre la estación y el pueblo, donde estuvimos tres o cuatro horas, en este tiempo , pasaron por allí unos militares y me regalaron una rosca de churros que nos comimos entre toda la familia.

Desde esta estación, nos montaron, en unos coches de línea con destino según nos dijeron a Valencia, en el camino y en la primera parada fue en Campo de Criptana, paro en la plaza que había como en Torrijos, puestos de carne, pan y otras muchas cosas, al ver esto mi abuelo que de allí no se movía y así fue como acertó de lleno. La vida resulto de lo más normal que te puedes encontrar pero siempre hay algo que contar. Al llegar nos alojaron en la cárcel, donde estuvimos cuatro o cinco días, hasta que nos dieron casa que era una casa de labor por lo grande que era, donde estuvimos los tres años que duro la instancia en este pueblo.

Lo primero que hicimos, fue ir a la escuela, en la tuvimos un gran maestro. Llamado Don Alejandro Quien pese a estar en este tiempo, prohibido las cosas religiosas, además de las cosas propias de la escuela nos las de el catecismo.

Al poco tiempo de vivir en la casa, cayó una gran nevada por la noche y esa misma noche llegaron unos militares a descansar del frente al ser de noche tenían que dormir en la calle y mi tío que les vio , hizo pasar a los que cogieran en el salón que era grandísimo, en la que teníamos una estufa.

Entre los que había estaba un cocinero y en agradecimiento todo el tiempo que duro la guerra tuvimos la comida asegurada.
Además de ir al colegio, en el verano, íbamos a espigar lo vendimos para ayudar en los ingresos, así como íbamos a coger Azafrán con mis hermanas y mi primo, que nos pagaban a 25 ptas. La onza que algunos días no llegamos a coger.

En este pueblo también, conocimos al famoso tío Regalao, por cierto este señor era director de la panificadora del pueblo, haciéndose gran amigo de mi familia, pues era tal la amistad que todos los días daba 5 panes y así con esto y el rancho que nos daba los militares, el hambre, cosa habitual en este tiempo, en la casa brillaba por su ausencia.

Una cosa de las muchas que me ocurrieron, esta fue para no tomarla a broma fue que un día por la tarde saliendo del colegio nos vimos en una calle envueltos, en un tiroteo entre los de le FAI y UGT, nos tiramos al suelo donde estuvimos bastante rato, hasta que uno de ellos dijo ¡Parar no tiréis Dejar que esos chicos se vallan! Cosa que hicieron y nosotros como alma que lleva el diablo.
Otra fue el cocer a Amado, que era de este pueblo y también con confitería y la tenia enfrente del cine Cervantes pero yo le conocí en una era echando mies a una maquina trilladora, trabajando por estar castigado por el ayuntamiento y nos decía ¡ Hay paisanas como nos vemos! Lo mismo que a su mujer que estaba barriendo las calles del pueblo.

Como no olvidar las tres noches que bombardearon Alcázar de San Juan ya que durante los tres años que estuvimos en este pueblo, solo esto vimos de la guerra y como el pueblo de Criptana estaba tan cerca estas noches las pasábamos en el campo.

De las cosas que ocurrieron, cuando acabo la guerra, paso por allí un tren que no llevaba la bandea blanca y al que iban ametrallando, tres aviones y como observaron que en el pueblo, tampoco la había, avisaron que si al otro día a las tres de la tarde, no estaba puesta bombardearían el pueblo y siendo las tres menos diez y la bandera no estaba puesta, todos los habitantes, nos salíamos hacia el campo, pero faltando diez minutos para hora parecía que había caído una nube de banderas, ya que las había por todas partes, así que al día, cuando volvieron las tres pavas, que así se los llamaban a los tres aviones, a la hora anunciada, y las banderas estaban puestas no ocurrió nada.

Lo que mas llamaba la atención, por lo menos a los forasteros, era la vuelta del trabajo de los sábados ya que estos días volvían de las quinterías (como llamaban allí a las labranzas) en galeras, y venían por todas las entradas del pueblo de 10 o 15 galeras todas llena de gente que volvían después de estar ocho o quince días sin pisar el pueblo, venían cantando y llenas de colorido, que daba gusto verlas, pues según decían allí esto sirvió al maestro Jacinto Guerrero, a la hora de componer Zarzuela de lea Rosa del Azafrán y en particular la canción de las Éspigánderás.

Hablando de la Mancha, no se puede pasar por alto los molinos de viento. Estos cuando yo estuve allí eran unos edificios puestos allí y no servían para nada ya que de los ocho o diez que había solo uno o dos funcionaban pues los demás estaban rotos o medio caídos, estos molinos servían para moler grano, como los titos o almortas , pues la harina de trigo ya se molía en fabricas más modernas, y los que no servían estaban destinados a desaparecer, sin pensar que con el paso del tiempo para ser símbolo de una región y para llamar la atención de miles de personas y ser una fuente de ganar dinero.

Todo esto y bastantes cosas más que pasaron en este pueblo que nos acogió de manera fenomenal y que de contar todo el relato se haría a mi parecer bastante largo y pesado.
Florencio Rodriguez Martín

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es maravilloso leer las palabras de la gente, te hace recordar buenos y no tan buenos momentos, pero el pasado es historia y hace huella en el futuro, ser valientes amigos porque sin gente con iniciativa como vosotros el colectivo mayor desapareceria